Cuando nos sentimos incapaces de ganar batallas en las que
no estamos ni participando, es cuando verdaderamente nos duele, por no poder
luchar, por no poder defendernos. No estamos preparados para todo, ni cuando en un arrebato de
ira imaginamos poder comernos el mundo, ni siquiera somos conscientes de
los débiles que somos en algo hasta que se nos cae encima, de golpe.
Pueden pasar
meses, pueden pasar los años y podría habérmelo imaginado, todo en esta vida
depende de algo y todo puede pasar. Ilusamente creemos que una preocupación nos deja sin aire hasta que
llega otra que nos termina de aniquilar. Pero si hoy escribo esto es por que la
angustia me ha dejado todavía un poco de libertad en mi vida y que, quizás no
dependamos tanto como dicen del sufrimiento y que de cada lágrima tengamos que crear
nuestro propio impermeable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario